MI ANIMO A UN AMIGO
viernes, 10 junio, 2005, 04:12 PM - De mi para alguien
“Ni tanto ni tan calvo” como decía el refrán que aunque viejo es de lo más vanguardista.
Yo me quedo con lo más oriolano y panocho “ni má ni meno”.

Y es que me doy cuenta que somos unas simples marionetas del destino. Que esté escrito es otro cantar y se lo dejaré a los pitonisos, profetas y filósofos, que no es mi quehacer, pero en definitiva somos merced de las más mínimas e insignificantes tonterías.

Nos sorprendemos continuamente de cómo tenemos la capacidad de crear, de hacer una vida; nos sorprendemos de cómo el hombre es capaz de respirar y lo que es aún más impresionante, para lo que sirve. De cómo nos movemos, de cómo comemos, de cómo combatimos las adversidades y penurias, de cómo pensamos y de cómo utilizamos los pensamientos.

Infinidad de programas, artículos, tertulias sobre lo maravilloso que somos. Sobre la dificultad del creador, la providencia o lo que sea que haya o no, en hacernos tan bien hechos. En el afán de algunos en llevarse el mérito de la perfección de la creación.
Estamos tan ofuscados en sorprendernos de las virtudes que olvidamos muy fácilmente nuestras carencias. Y el caso es que carecemos mucho más de lo que tenemos.

El ejemplo del iceberg nos sirve perfectamente para entender este ladrillo que os estoy metiendo. El esplendor de lo que asoma y que poco a poco va desapareciendo depende exclusivamente de lo que se esconde, de los que se desconoce.Y es que en nuestras vidas, como en el caso del iceberg, de lo que carecemos es exactamente lo que nos sostiene y nos permite seguir en esta mísera subsistencia.

Gastamos inmensas fortunas en poder curar enfermedades que de otra manera acabarían fulminantemente con nosotros. Nos protegemos a capa y espada para no sufrir en nuestras carnes lo que tanto hemos oído y leído. Construimos para luchar contra las adversidades, contra fenómenos meteorológicos, contra terremotos y sunamis. Proyectamos, hacemos, pagamos por un escudo que tan solo nos cubre los cordones de los zapatos.

Es por todo ello por lo que estoy cabreao, por lo que tengo una sensación de impotencia que me comprime el pecho hasta ahogarme.

Quizás ya lo sabía y quizás ya había hecho estas reflexiones. Es ahora, en la proximidad, cuando más me doy cuenta y soy consciente de ello.

Pero, ¡que ostias!. ¡Pues claro que merece la pena!
¿Que me creeré que estoy descubriendo yo ahora?
¿O es que el descubrir nuestras miserias no ha sido precisamente el detonante de volverlas a esconder?De luchar por y contra ellas. De volcar todas nuestras vidas, nuestros esfuerzos y nuestro dinero en paliarlas. De encontrar en la probabilidad ese cabo al que cogerse para poder seguir “pa lante” buscando simplemente el equilibrio que nunca se debió perder.

Y es que aquí estamos para lo que estamos.
Y quizás en nuestra fragilidad esté el mérito y nuestra felicidad dependa, precisamente, de ella.

Así que no nos sigas tocando los cojones y déjanos como estamos.

Prometemos, por nuestra parte, seguir olvidándote, seguir ocultándote y seguir protegiéndonos. Seguir luchando para y por nuestras familias y amigos. Seguiremos construyendo enormes escudos que nos tapen hasta, por lo menos, las rodillas, seguiremos estudiando hasta desfallecer y seguiremos gastando hasta no tener.

Pero por favor…. No nos toques los cojones.

Por ello pido “ Ni má ni meno”

--Ánimo amigo y compaña--

Y TRAS LA PAZ....
viernes, 10 junio, 2005, 04:06 PM - Idas de bola
Momentos antes fue algo glorioso.

Lo recuerdo como si me estuviese pasando en estos momentos.
Sabes lo que viene ya que en tu experiencia has vivido algún que otro episodio parecido pero aún así notas la paz que provoca la ausencia de gravedad.

Es un instante, como antes he dicho, glorioso en el que el tiempo parece detenerse. Es como el mecanismo que desencadena el apretar el disparador de una FM2: Las cortinillas de titanio cierran atrapando en su interior todo lo que tras su lente aparece.

Son infinitas e incomprensibles los fragmentos que recorren tu cabeza en tan breve espacio de tiempo.

Lo primero que viene a tu mente es, efectivamente, que lo has hecho mal, que la has jodido; luego llegan las sensaciones de magnitud (más grande, más pequeña); posteriormente aparecen las inevitable sensación de culpa; luego piensas en la

repercusión que podría tener según su magnitud y tras ellos, unos breves detalles familiares donde aparece tu hijo, mujer, padre, madre; pero más tarde, por fin, llega la paz de lo que no tiene solución.

Esta paz es una paz muy particular. Es una paz armónica y despreocupada. Es una paz potenciada por la ingravidez del momento. Es una paz única en la que desaparecen todos los sentimientos antes dichos y crea una atmósfera irreal que resta importancia al momento posterior.

Y tras la paz…… la ostia.


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